Prensa y divulgacion
La antropóloga Eugenie S. Scott sostiene que debemos ser cuidadosos en nuestro discurso sobre la evolución. Estoy totalmente de acuerdo. La forma en la que, sin darnos cuenta, hablamos a veces contribuye a dar una imagen de la evolución como algo científicamente dudoso y débil.
En esta
estupenda entrevista da algunos ejemplos.
Sin embargo, creo que se equivoca con una de las preguntas más comunes acerca de evolución:
"Si el hombre evolucionó de los monos, ¿por qué sigue habiendo monos?"
No solo pienso que se equivoca ella, sino mucha otra gente que responde de un modo parecido a esa pregunta. Eso me incluye a mí, que he utilizado la contestación estándar muchas veces. Según Scott:
Es como decir, "Si evolucionas a partir de tus primos, ¿por qué tus primos siguen ahí?" Y por supuesto, la respuesta es, bueno, de hecho no evolucionamos de nuestros primos. Mis primos y yo compartimos un ancestro común, en nuestros abuelos.
El caso es que, como
ya he defendido varias veces en este blog, nosotros sí hemos evolucionado a partir de los monos. De los monos antiguos, claro, no de los actuales. Quien hace la típica pregunta ya tiene en cuenta que la evolución de mono a humano tuvo lugar en el pasado, involucrando monos antiguos. De lo contrario no diría "¿por qué
sigue habiendo monos?". Estamos entendiendo mal la pregunta. Por eso la respuesta estándar no satisface, y prácticamente no aporta información relevante. No es un asunto de monos actuales, monos antiguos, primos o de abuelos. Lo que nos están preguntando son otras cosas:
¿Por qué la evolución no recorre la misma senda? ¿Por qué va a diferentes velocidades? ¿Por qué ha dado lugar a humanos a partir de monos solo en una ocasión? ¿Por qué unos cambios que parecen tan buenos no ha tenido lugar más veces?
En definitiva, la clásica pregunta se responde hablando de contingencia evolutiva, de ausencia de determinismo, del papel del azar, de divergencia, de la aparición de novedades, de la diversidad de presiones selectivas, de su distinta intensidad y por tanto velocidad, de la improbabilidad de la repetición de una misma serie de cambios.
Es una respuesta difícil y trabajosa, pero la pregunta lo merece. No es de ninguna manera una pregunta tonta. Al contrario, tiene mucha miga. Si simplemente respondemos que no venimos de nuestros primos sino de nuestros abuelos, es posible (a mí me ha pasado) que nuestro interlocutor se encoja de hombros y nos diga:
Muy bien ¿Y...?
2009-07-23 | Haz un comentario (hay 208)
Etiquetas:
monos,
Eugenie S. Scott,
entrevista,
divulgación
URL de trackback de esta historia http://paleofreak.blogalia.com//trackbacks/63874
163
|
De: Roberto Díaz Aros - CEPchile |
Fecha: 2009-09-25 00:38 |
|
Uno de los temas que más apasiona dentro de la Paleontología son aquellos aspectos que tienen que ver con la evolución humana. Lo anterior, porque quizás la Paleontología en este sentido nos aporta identidad y nos entrega información relevante sobre nuestros orígenes.
El advenimiento de la cladística como herramienta de trabajo, especialmente en el área de la investigación paleontológica, permite definir rasgos ancestrales,
novedades evolutivas y rasgos compartidos por dos o más taxones y en este sentido nos permite definir cuáles rasgos en el hombre (Homo sapiens, Linnaeus, 1758),
constituyen características que se encuentran ya en primates de antigua data, cuáles rasgos
constituyen novedades evolutivas que aparecen en el linaje Hominidae y cuáles rasgos, dentro de este clado, son compartidos por dos o más taxones, entre ellos
el linaje humano.
Lo anterior indudablemente nos aporta identidad, porque es un hecho que el hombre evidencia rasgos compartidos con los mamíferos en general, y dentro de este linaje, más estrechamente con el grupo de los primates (Linnaeus, 1758). No debiera resultar extraño que el hombre desde el punto de vista filogenético, evidencie una estrecha relación con los primates y más específicamente con los
Haplorrhini, con los cuales incluso comparte rasgos muy finos especialmente en la conformación estructural del cráneo.
Es un error sin embargo, pensar que evolutivamente descendemos de los chimpancés,gorilas u orangutanes, los cuales sólo conforman grupos hermanos dentro de la filogenia general de los primates y cuyas ramas evolutivas divergen de la línea que conduce al hombre a partir de unos 14 millones de años atrás, siendo el chimpancé (Pan troglodytes, Blumenbach, 1775) una de las últimas grandes divergencias en el
árbol evolutivo hace aproximadamente unos 7 m.a. antes de que apareciera en escena la línea de descendencia con base en los australopitecinos (Australopithecus anamensis, Leakey et al, 1995, 4,5 m.a.) que aporta el bipedismo. La línea de descendencia propiamente humana se inicia con Homo habilis (Leakey y cols., 1964) hace unos 2.4 m.a. y se desarrolla a lo largo del Pleistoceno teniendo su origen geográfico en Africa, desde donde el género humano comienza su radiación al resto del mundo.
Todo lo anterior, no sólo nos habla de un largo proceso de desarrollo evolutivo desde primates muy ancestrales que se rastrean a fines del Período
Cretácico y principios del Paleoceno sino que además nos aportan elementos de identidad que permiten establecer una relación más cercana del hombre con
los primates que con cualquier otro grupo de mamíferos y/o vertebrados que la ciencia conoce, pudiendo entonces concluirse con aceptable certeza que si bien
el hombre no desciende de los grandes simios actuales, sí comparte con éstos, indudablemente una relación de origen cómun.
Roberto Díaz Aros
Centro de Estudios Paleontológicos de Chile
http://www.cepchile-paleontologia.es.tl
|